sábado, 15 de noviembre de 2008






Deja que tu dulce morada se ilumine con el brillo de las estrellas y la melancólica luz de la luna y que el gran sol derrame sobre ti sus esplendorosos rayos cuando le temas a la permanencia de la oscuridad y del mal.
Acepta que la tierra te acoja en su seno, que el serpenteante viento acaricie tu rostro, que las aguas purifiquen tu cuerpo y tu alma, mientras el fuego te seque con su poder divino.
Sólo entonces vivirás en tranquilidad con la naturaleza, porque es la única conexión que tienes con tus antepasados y tus antepasados son la herencia de lo que eres.


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